Siempre hemos tenido una relación especial con el mar, tanto que viví 19 años en la Isla de Margarita donde además nacieron Dany y Sebas, lo que hace que para ellos sea casi imposible vivir sin las olas y la arena.
Por distintos razones, desde que llegaron a Bogotá no habíamos podido ir a la playa y eso no es fácil de asimilar para quienes tenían la oportunidad de ir todos los fines de semana a la playita y mirar el mar todos los días desde el balcón de su casa…
Gracias a una invitación que le hicieron a Dany y Sebas por parte del Centro de Innovación y Emprendimiento de la Unimagdalena para dictar una conferencia, llegamos a Santa Marta… Allí empezó nuestro gran viaje.
Tuvimos la oportunidad de quedarnos un par de días más y así poder disfrutar de las bondades de Santa Marta y aunque no hicimos los planes más llamativos de la agenda turística, hicimos los mejores planes que se puedan imaginar.
Pasaron más de 3 años para que pudiéramos disfrutar del mar nuevamente y fue Santa Marta la que nos recibió con los brazos abiertos y el mar dispuesto a llenarnos de felicidad.
Decidimos ir a una playa cercana para aprovechar cada segundo de mar en nuestro cuerpo, así que nos fuimos desde Santa Marta a Taganga. Pueden irse en taxi o en bus, las dos opciones son súper económicas y se demoran unos 15 minutos en llegar.
Al llegar a Taganga te ofrecen varios servicios, desde comida hasta paseos en lancha, nosotros optamos por la segunda opción, así que salimos desde Taganga en la lancha Alicia hasta Playa Grande donde nos recibió Will en el restaurante La Mona, allí conocimos al señor José que nos ofreció una clase de snorkel que estuvo genial. Comimos pescadito frito a la orilla de la playa, uno de la zona que se llama Cojinoa que es una delicia absoluta. Ellos mismos se encargaron de buscarnos en Playa Grande y llevarnos a Taganga, para tomar algún medio de transporte de regreso a Santa Marta.
Otro gran descubrimiento en Santa Marta donde disfrutamos mucho de la atención y el ambiente fue Masaya, un hotel ubicado a unas cuadras de la Catedral. Además de ser un sitio hermoso, la comida es un espectáculo, no dejen de pedir la pasta siciliana y si están de suerte (como nosotros) y tienen atún aleta amarilla, pídanlo sin pensarlo, uno de los mejores platos que degustarán en su vida. El creador de esos deliciosos platos es Alessandro, un chef italiano que también fue conquistado por las bondades de Santa Marta.
La terraza de Masaya permite ver el atardecer y las instalaciones son súper cómodas. La música y las actividades que realizan con los huéspedes están geniales, hasta clase de baile recibimos: salsa, champeta, samba… Pueden ir en plan familia, plan pareja, plan amigos o plan mochileros y pidan el mojito de maracuyá para los adultos y la piña colada sin licor para los más pequeños para cerrar con broche de oro.
Realmente Santa Marta ofrece en general muy buenos planes en familia, para ir solos, en pareja o con amigos. Hay muchos actividades que pueden organizar por su cuenta investigando un poco, ir a alguna agencia dónde les ofrecen una amplia cantidad de posibilidades de diversión o llegar a algunos lugares y que los locales les ofrezcan actividades, lo único garantizado es que van a disfrutar a más no poder y quedarán renovados.